miércoles, 25 de noviembre de 2009

"El tesoro escondido"

Violet Oaklander es una veterana psicóloga doctorada, un pozo inmenso de sabiduría, conocimiento y experiencia clínicas. Ni más ni menos que 30 años trabajando en psicoterapia con niños y adolescentes... Se dice rápido.

Por recomendación de mi amiga y colega Maryorie Dantagnan, he empezado a leer su último libro, publicado el pasado año, titulado: “El tesoro escondido. La vida interior de niños y adolescentes”

En la contraportada del mismo, aparecen algunas de las ideas de esta eminente psicóloga, a quien descubrí hace unos años cuando adquirí un manual de terapia de juego.

Estas ideas me han encantado y creo los profesionales de la psicología y de la educación podemos reflexionar en torno al niño y su mundo (hoy en día existe una tendencia hacia una visión patográfica; por ejemplo, hablamos de "niños hiperactivos" y nos olvidamos del niño-persona –sus sentimientos y las relaciones que establece en los distintos contextos en los que interactúa-) interior. También los padres pueden enriquecerse de las aportaciones de Oaklander. Todos tenemos mucho que aprender de ella.

Transcribo esas ideas y las comentamos, si os parece:

Los niños jamás aprenden a realizar tareas a través de la frustración.

Los niños de todas las edades se culpan por toda suerte de cosas terribles.

Los niños con familias disfuncionales o algún tipo de trauma, tienden a crecer demasiado rápido. Se saltan muchos pasos importantes en el desarrollo.

La resistencia es la aliada del niño; es su manera de protegerse. Yo espero y respeto la resistencia. Me sorprende más cuando no existe que cuando aparece.

¿Qué trae a los niños a terapia? Dos problemas básicos: les cuesta hacer un buen contacto con profesores, padres, pares y libros, y generalmente tienen un pobre sentido de sí mismos.

Cuando un niño llega a terapia, sé que ha perdido lo que alguna vez tuvo, y tenía derecho a tener, cuando era bebé: el uso pleno y gozoso de sus sentidos, cuerpo e intelecto y la expresión de sus emociones. Mi trabajo es ayudarle a encontrar y recuperar esas partes faltantes de sí mismo.

Los adolescentes no son una misteriosa raza humana. Están atravesando por un proceso de desarrollo normal y necesario. Son sabios, perspicaces, divertidos y ansiosos por conocerse, individuos con necesidades especiales.

La ira tiene mala fama: nos enseñaron que es malo estar enojados y a menudo intentamos evitar ese sentimiento, generalmente con un alto costo para nosotros mismos.

La experiencia musical es nutritiva. Cada vez que participo con un niño, siento alegría y felicidad. Incluso cuando golpeamos con tambores para expresar rabia, lo hacemos con placer.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

La reconstrucción de la historia de vida en niños/as adoptados/as

Muchos niños adoptados tienen a sus espaldas historias de vida en las que padecieron carencias, abandono y, en algunos casos, malos tratos. Tuvieron que desarrollar mecanismos adaptativos para hacer frente a esas condiciones. Otros fueron adoptados casi desde el nacimiento y no portan esa mochila, pero no obstante ellos deben hacer frente a sus orígenes, de dónde y de quiénes proceden.

Las asociaciones que apoyan a los padres en el proceso pre y post adoptivo son conscientes de ello y les alientan a que tengan en cuenta esta realidad, enseñándoles que con sus hijos, además de ir construyendo un vínculo, hay que estar preparados para hablarles de la adopción y de sus orígenes con naturalidad, permitiendo y acogiendo la expresión de sentimientos en torno a ello.


Cuando existe trauma crónico (esto es, niños y niñas que han vivido situaciones muy intensas y prolongadas de carencias, abandono y malos tratos), es muy probable que presenten problemas y dificultades de aprendizaje y conductuales severos como consecuencia de un trastorno del vínculo de apego (Para saber más sobre esto, visitad los post sobre apego)


Es por ello por lo que muchos padres adoptivos derivan a sus hijos a tratamiento psicoterapéutico, con el fin de tratar todos estos problemas y también ayudarles a ellos sobre cómo educar mejor a sus hijos. Hay padres que tienen que responsabilizarse de menores muy dañados resultando un auténtico desafío para ellos.


Cada vez somos más conscientes de que cualquier tipo de psicoterapia no es válida. El modelo de psicoterapia fundamentado en el tratamiento del trauma y del apego es el que se considera de elección. Dentro de una relación terapéutica que fomente un apego también terapéutico que se constituya en la base reparadora, se van utilizando con los niños/as distintas técnicas que tratan de ayudarles a autoconocerse, regular sus emociones, expresarlas adecuadamente, modificar sus ideas y creencias respecto a los modelos internos que tienen acerca de cómo les cuidaron, atender a los síntomas que puedan presentar (los niños/as presentan cuadros muy diversos entre los que cabe esperar la depresión, los trastornos de conducta, hiperactividad, trastornos de alimentación, de los impulsos, trastornos de la eliminación, miedos, fobias, ansiedad generalizada, trastornos del aprendizaje, de la atención…), abordar los contenidos traumáticos exponiéndose, liberándolos y desarrollando sentimientos de control sobre los mismos y, finalmente, la reconstrucción de su historia de vida. Que el niño enfrente el trauma y lo integre y que desde la relación terapéutica vaya adquiriendo patrones relacionales sanos y constructivos, es lo fundamental.


Este trabajo de reconstrucción de su historia de vida es clave. Supone ir ayudando al niño/a a desarrollar una narrativa que le aporte una visión coherente de los distintos sucesos traumáticos por los que ha pasado.


¿Por qué es tan importante una narrativa? Daniel Siegel dice que "...las narrativas se han podido originar como una parte fundamental del discurso social. Las historias tratan de dar sentido a los acontecimientos y a las experiencias mentales de los personajes. Las historias funcionan para crear una sensación de comprensión coherente del individuo en el mundo a lo largo del tiempo. La mente hace un esfuerzo integrador para crear una sensación de coherencia en sus propios estados a través de diferentes momentos y contextos"


¿Qué sucede cuando el niño/a vive, sobre todo desde temprana edad, una sucesión de acontecimientos externos y experiencias internas sobrecargantes para su mente en forma de abandono o maltrato? Que la mente se puede tornar más caótica, incoherente y ese esfuerzo integrador se puede ver comprometido.


El niño tratará de buscar un sentido a lo vivido, pero este sentido puede ser sumamente incoherente, fragmentado, suelto, deslavazado. Ahí es donde observamos que su mente no se ha integrado.


Si le ayudamos en psicoterapia a reconstruir su historia, le estaremos aportando una narrativa y ayudaremos a juntar los fragmentos que él ya tiene; veremos cómo ha rellenado los huecos (para buscar algún tipo de comprensión) Y le aportaremos una narrativa que termine de dar sentido a lo que él no puede o no sabe dar. Y por lo tanto, favoreceremos una mente y un cerebro más integrado y organizado. Por ello es importante este trabajo hecho por especialistas en psicoterapia.


Por lo tanto, la psicoterapia debe de incorporar el objetivo de reconstrucción de la historia de vida del niño. Sobre cómo hacerlo, en qué momento, bajo qué contexto y con qué técnicas, nos da para otra entrada.


Sobre quienes dudan o tienen miedo de abrir la Caja de Pandora del niño, hacerle daño o perjudicarle tratando su historia de vida, les recuerdo la frase de Boris Cyrulnik: “El horror de lo imaginario es terrible; el horror de lo real tiene un punto de esperanza” El niño, siguiendo esa vocación que tiene la mente de dar sentido a lo que vive, quedará a merced de lo que su imaginación le dicte. Por eso debemos abrirle a lo real, pues le proporciona al niño mucho más ánimo y confianza.

jueves, 12 de noviembre de 2009

"Coherencia y sentido común"


Mi amiga y colega Zuriñe me envía por correo electrónico unos vídeos en los que aparece el juez de menores Emilio Calatayud impartiendo una charla.

Este juez es conocido por sus sentencias rehabilitadoras de jóvenes que han delinquido. Medidas que aplaudimos porque lo reparador-rehabilitador siempre educa, al contrario que lo sancionador, que pena o castiga pero no da oportunidades a los jóvenes, en edades cruciales, de poder enderezar el rumbo y rehacer su vida. Condenar a un joven que ha delinquido a sacarse el graduado escolar es una gran idea, y es un ejemplo de tipo de sentencia que este prohombre ha dictado.


Confieso que he escuchado con delectación los dos vídeos en los que este juez da una lección y un repaso respecto a cuál es el origen de los problemas de límites y normas por los que atravesamos actualmente en relación a algunos tipos de adolescentes, y cómo los padres no ejercen la autoridad.


No se puede decir las cosas de una manera tan clara y tan sencilla, y pienso que su diagnóstico y soluciones son de lo más sensatas y necesarias.


Os doy mi opinión, y espero la vuestra con ganas en los comentarios: acierta plenamente. Hemos pasado de padres preconstitucionales a padres postconstitucionales, como él sintetiza genialmente. Los primeros: represivos, intransigentes, autoritarios, duros y escasamente afectivos. Los segundos: indulgentes (cuando no negligentes), de dejar hacer, blandos y afectivamente peterpanescos (si me permitís la expresión) De progenitor distante a colega igualitario.


Y muchas de las noticias que nos invaden respecto a los incidentes en los botellones, la falta de respeto a los profesores, los padres que son agredidos por los hijos, etc. (que no son tan generalizados como los medios de comunicación nos dan a entender pero sí son un fenómeno de nuestro tiempo) son consecuencia de que falta equilibrio, de que hemos perdido el norte, la coherencia y el sentido común, como dice el juez. Necesitamos el punto medio, en él está la virtud, como decían los griegos. Debemos asumir que una sociedad democrática (¡sólo llevamos 25 años de democracia, como dice Emilio Calatayud!, es muy poco) supone que eduquemos en derechos y deberes. Rescatemos la sofrosine, virtud también de los griegos.
Emilio Calatayud. Primera parte:




Emilio Calatayud. Segunda parte: