Hace unos días estuve con una amiga que sabe un montón de literatura y ambos nos enfrascamos en un debate que unió a esta disciplina con la psicología, mi profesión. Mi amiga me habló de Zola como uno de los exponentes de ello. Recojo aquí las reflexiones a las que llegamos, que tienen que ver, como sucede en este blog habitualmente, con el mundo de la psicología del apego y del trauma, nuestro tema favorito y de muchas otras personas que nos visitan.
Émile Zola fue un escritor muy prolífico y dotado, como todos los naturalistas, de una extraordinaria capacidad para relatar con minuciosidad, como un científico que disecciona a un animal, la personalidad humana y los acontecimientos sociales, históricos y culturales de su época. Si tenía que hacer una descripción de un cadáver, un naturalista no se lo pensaba dos veces: iba a una de las morgues de su ciudad y "radiografiaba" el cadáver. Y si precisaba un cadáver de un ahogado, pedía al funcionario de la morgue que le facilitara la visión de un muerto por ahogamiento. Es así como, por ejemplo, pudo hacer la estremecedora e inquietante descripción del personaje Camile asesinado -ahogado por su mujer y su amante en un río- en la famosa y genial novela llamada Thérèse Raquin, una de las primeras que escribió y por la cual le llovieron numerosas críticas.
Emile Zola fue un novelista (tuvo una vida difícil: su padre falleció pronto y vivieron penurias económicas, tanto que tuvo que ponerse a trabajar temprano en una librería; por cierto, que el escritor francés suspendió dos veces el examen de bachillerato y, sin embargo, ahora es estudiado, en la asignatura de literatura, en todos los colegios e institutos del mundo…) que llevaba a la práctica las ideas filosóficas posistivistas de la época, tratando de retratar en sus novelas personajes, tipos y sucesos desde una óptica científica experimental: él, a sus personajes, los llamaba tipos “fisiológicos particulares”
Pero si traigo aquí a Émile Zola es porque creo –si no, que me corrijan- fue de los primeros que describió cómo el maltrato, el abandono y los abusos pueden transmitirse transgeneracionalmente. Zola llevo adelante un proyecto literario, iniciado en 1871, y titulado: “una «historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. La obra consta de veinte novelas y se inicia con La fortuna de los Rougon en 1871: un retrato social que, siguiendo el esquema del naturalismo, tiene altas dosis de violencia y dramatismo y resultó a veces demasiado explícito en sus descripciones para el gusto de la época”
En esas novelas, Zola da cuenta de la cruda realidad y de las calamidades de las que son víctimas los seres humanos en una etapa histórica en la que las clases bajas padecían hambre, falta de cuidados, protección… desgracias sin fin desde la más tierna infancia. Viviendo en hogares sumamente carenciados, Zola refleja cómo las personas tienen que sobrevivir porque son víctimas de un sistema social injusto. Por ello, los adultos son seres duros que han de buscarse la vida. Y, lo más interesante, Zola ya apuntó en esta saga que todo se transmite de generación en generación, y que si no existen condiciones sociales que favorezcan la ruptura de la espiral del abandono y los malos tratos, es muy difícil que la siguiente generación familiar pueda salir de esa espiral. Pienso que Zola le da un peso demasiado grande a las ideas fisiológicas de la época: a mi parecer, los personajes del escritor francés no están condenados a padecer calamidades y una vida de sufrimiento a causa de predisposiciones internas de orden fisiológico (temperamentales, genéticas…) sino, sobre todo, por el ambiente social de pobreza, marginalidad y por las experiencias tempranas de abandono y malos tratos que sufren, las cuales les conducen a tomar decisiones equivocadas que terminan por arruinar sus vidas y transmitírselo, por aprendizaje social, a las nuevas generaciones (los hijos) En suma, la ausencia de una experiencia de apego seguro condiciona el desarrollo posterior de los adultos de las novelas de esta saga de Zola.
Yo solamente he leído La taberna, y me parece, en efecto, con descripciones muy explícitas de las penurias de sus personajes (para la época, seguro que muy impactantes y desagradables, ahora, con lo que se escribe, no nos lo parecen tanto) Gervaise, la lavandera protagonista de la novela, es abandonada con sus hijos por su pareja. Logra con esfuerzo montar una tienda de lavado y planchado de ropa, pero elige, después, un hombre equivocado: Coupeau, alcohólico. Esto y otras elecciones muy influidas por la historia pasada de los personajes y sus generaciones anteriores, marca el futuro, dramático, de los personajes. ¿Quizá Zola era demasiado determinista? ¿No habría, acaso, en la época, personas resilientes que pudieron salir adelante? Probablemente, sí. A fin de cuentas, es injusto analizar algo del pasado con conceptos del presente: el escritor francés fue fiel a sus ideas y a sus principios literarios naturalistas y nos regaló páginas brillantes. Es un magnífico escritor, para mi gusto uno de los mejores. Además, de alguna manera, dio voz a los miserables, a los pobres... que tienen muy difícil ser resilientes si no hay estructura social que ayude a que brote. Y así era su época histórica. Y el genial escritor de algún modo, la denuncia.
Émile Zola es, para mí, un novelista que supo preconizar que el maltrato es transgeneracional: de los padres a los hijos, y así sucesivamente...
Pero si traigo aquí a Émile Zola es porque creo –si no, que me corrijan- fue de los primeros que describió cómo el maltrato, el abandono y los abusos pueden transmitirse transgeneracionalmente. Zola llevo adelante un proyecto literario, iniciado en 1871, y titulado: “una «historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio. La obra consta de veinte novelas y se inicia con La fortuna de los Rougon en 1871: un retrato social que, siguiendo el esquema del naturalismo, tiene altas dosis de violencia y dramatismo y resultó a veces demasiado explícito en sus descripciones para el gusto de la época”
En esas novelas, Zola da cuenta de la cruda realidad y de las calamidades de las que son víctimas los seres humanos en una etapa histórica en la que las clases bajas padecían hambre, falta de cuidados, protección… desgracias sin fin desde la más tierna infancia. Viviendo en hogares sumamente carenciados, Zola refleja cómo las personas tienen que sobrevivir porque son víctimas de un sistema social injusto. Por ello, los adultos son seres duros que han de buscarse la vida. Y, lo más interesante, Zola ya apuntó en esta saga que todo se transmite de generación en generación, y que si no existen condiciones sociales que favorezcan la ruptura de la espiral del abandono y los malos tratos, es muy difícil que la siguiente generación familiar pueda salir de esa espiral. Pienso que Zola le da un peso demasiado grande a las ideas fisiológicas de la época: a mi parecer, los personajes del escritor francés no están condenados a padecer calamidades y una vida de sufrimiento a causa de predisposiciones internas de orden fisiológico (temperamentales, genéticas…) sino, sobre todo, por el ambiente social de pobreza, marginalidad y por las experiencias tempranas de abandono y malos tratos que sufren, las cuales les conducen a tomar decisiones equivocadas que terminan por arruinar sus vidas y transmitírselo, por aprendizaje social, a las nuevas generaciones (los hijos) En suma, la ausencia de una experiencia de apego seguro condiciona el desarrollo posterior de los adultos de las novelas de esta saga de Zola.
Yo solamente he leído La taberna, y me parece, en efecto, con descripciones muy explícitas de las penurias de sus personajes (para la época, seguro que muy impactantes y desagradables, ahora, con lo que se escribe, no nos lo parecen tanto) Gervaise, la lavandera protagonista de la novela, es abandonada con sus hijos por su pareja. Logra con esfuerzo montar una tienda de lavado y planchado de ropa, pero elige, después, un hombre equivocado: Coupeau, alcohólico. Esto y otras elecciones muy influidas por la historia pasada de los personajes y sus generaciones anteriores, marca el futuro, dramático, de los personajes. ¿Quizá Zola era demasiado determinista? ¿No habría, acaso, en la época, personas resilientes que pudieron salir adelante? Probablemente, sí. A fin de cuentas, es injusto analizar algo del pasado con conceptos del presente: el escritor francés fue fiel a sus ideas y a sus principios literarios naturalistas y nos regaló páginas brillantes. Es un magnífico escritor, para mi gusto uno de los mejores. Además, de alguna manera, dio voz a los miserables, a los pobres... que tienen muy difícil ser resilientes si no hay estructura social que ayude a que brote. Y así era su época histórica. Y el genial escritor de algún modo, la denuncia.
Émile Zola es, para mí, un novelista que supo preconizar que el maltrato es transgeneracional: de los padres a los hijos, y así sucesivamente...
Hoy en día, sin duda, las condiciones, en la sociedad occidental, han mejorado muchísimo con respecto a la época histórica de Zola. Pero el maltrato sigue siendo un problema y continúa presente en todos los estratos sociales. En eso, no hemos cambiado tanto. Todos debemos de comprometernos para seguir luchando, cada uno desde su ámbito, en la promoción del modelo del buen trato como condición sine qua non para la consecución del bienestar personal, social, económico...
Curioso descubrir esta historia familiar en un autor que ahora no está de moda y de quien nadie habla en los medios de comunicación. Hasta que se cumpla un aniversario de algo relacionado con él. De mientras, duerme silenciosamente en las estanterías...
Leyendo tus estupendas entradas, acabo de descubrir esta a la que he llegado desde la que dedicaste a Dexter. Es cierto lo que dices sobre Zola...Tal vez sea demasiado determinista, pero es que en su época el ambiente y la falta de igualdades y educación provocaban que la sociedad fuera determinista, que es lo que ocurre en muchos países actuales del tercer mundo. Los naturalistas se limitaron a llevar esas experiencias de vida a la novela. Si te interesa el tema, te recomiendo que leas a los españoles Emilia Pardo Bazán y, sobre todo, a Vicente Blasco Ibáñez. Cañas y barro, brillante.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario y por tus recomendaciones! Un saludo cordial!
ResponderEliminar