Frecuentemente, sentimos escalofríos cuando, a través de los medios de comunicación, nos enteramos de noticias tales como las del Monstruo de Amstetten, o la del reciente hombre que descuartiza a su mujer y la esconde en unos agujeros para que no puedan encontrarla. O, sin ir tan lejos, en nuestro barrio sabemos que una persona a la que conocíamos, tan galante y servicial, tan encantadora, ha estado maltratando a su mujer durante años y años…
O más atrás en la historia de la humanidad, criminales de guerra como los que ajusticiaban a los judíos en los campos de concentración, que luego eran padres de familia y llevaban una vida como la de todo ser humano corriente y moliente…
¿Cómo es capaz el ser humano de cometer actos de semejante vileza sin sobresaltarse, sin sentir pena, lástima, compasión, sin conectar con el dolor que va a infligir?
En el post anterior, hablábamos de la función reflexiva o teoría de la mente: ser capaces de sentir las mentes de otros y atribuirles intenciones, deseos, sentimientos, conductas... de manera estable. El diálogo reflexivo potencia el hemisferio derecho del cerebro, sede, se cree, donde radica esta función mentalizadora de la que hablamos, donde reside el sentir y la posibilidad de sentir a otros.
Siegel explica por qué un genocida o criminales pueden cometer este tipo de actos. Le dejo la palabra: Podemos sugerir también que un deterioro en la visión de mente (captar mis emociones y sentir que el otro las tiene) puede ser dependiente del estado. Es decir, bajo determinadas condiciones, un niño (o adulto) puede ser capaz de desvincular los componentes esenciales de la función reflexiva, clausurando esta importante capacidad ¿Cómo logra esto la mente? En este caso, podemos proponer que el bloqueo de las fibras del cuerpo calloso que interconectan los dos hemisferios, y de las interconexiones dentro del hemisferio derecho mismo, sea un mecanismo que permite impedir la visión mental como forma de adaptación a ciertas situaciones sobrecargantes.
Este hallazgo puede ayudar a explicar por qué algunos individuos, como los que cometen crímenes de guerra o genocidios, son capaces de mantener relaciones empáticas con su familia y/o amigos pero simultáneamente pueden entrar en estados fríos y desvinculados cuando están implicados en crímenes contra otros individuos o contra la humanidad. Esta habilidad para des-asociar el pensamiento y la conducta desde la creación de las experiencias mentales subjetivas de los demás dentro de nuestras propias mentes puede ayudarnos a comprender varios aspectos de la conducta antisocial. El hecho de que exista tal deterioro dependiente del estado o más generalizado o una falta más generalizada del desarrollo de la visión de mente, se revela con excesiva frecuencia en la cada vez más violenta sociedad actual.
Por lo tanto, es importantísimo potenciar la función reflexiva en los niños y crear unas condiciones de crianza en las que puedan sentirse sentidos. Sólo así aprenderán a sentir a otros y, por lo tanto, serán empáticos.
Esto es deficitario en muchas familias y explica, como afirma Siegel, el por qué nuestra sociedad es cada vez más individualista, fría y violenta.
O más atrás en la historia de la humanidad, criminales de guerra como los que ajusticiaban a los judíos en los campos de concentración, que luego eran padres de familia y llevaban una vida como la de todo ser humano corriente y moliente…
¿Cómo es capaz el ser humano de cometer actos de semejante vileza sin sobresaltarse, sin sentir pena, lástima, compasión, sin conectar con el dolor que va a infligir?
En el post anterior, hablábamos de la función reflexiva o teoría de la mente: ser capaces de sentir las mentes de otros y atribuirles intenciones, deseos, sentimientos, conductas... de manera estable. El diálogo reflexivo potencia el hemisferio derecho del cerebro, sede, se cree, donde radica esta función mentalizadora de la que hablamos, donde reside el sentir y la posibilidad de sentir a otros.
Siegel explica por qué un genocida o criminales pueden cometer este tipo de actos. Le dejo la palabra: Podemos sugerir también que un deterioro en la visión de mente (captar mis emociones y sentir que el otro las tiene) puede ser dependiente del estado. Es decir, bajo determinadas condiciones, un niño (o adulto) puede ser capaz de desvincular los componentes esenciales de la función reflexiva, clausurando esta importante capacidad ¿Cómo logra esto la mente? En este caso, podemos proponer que el bloqueo de las fibras del cuerpo calloso que interconectan los dos hemisferios, y de las interconexiones dentro del hemisferio derecho mismo, sea un mecanismo que permite impedir la visión mental como forma de adaptación a ciertas situaciones sobrecargantes.
Este hallazgo puede ayudar a explicar por qué algunos individuos, como los que cometen crímenes de guerra o genocidios, son capaces de mantener relaciones empáticas con su familia y/o amigos pero simultáneamente pueden entrar en estados fríos y desvinculados cuando están implicados en crímenes contra otros individuos o contra la humanidad. Esta habilidad para des-asociar el pensamiento y la conducta desde la creación de las experiencias mentales subjetivas de los demás dentro de nuestras propias mentes puede ayudarnos a comprender varios aspectos de la conducta antisocial. El hecho de que exista tal deterioro dependiente del estado o más generalizado o una falta más generalizada del desarrollo de la visión de mente, se revela con excesiva frecuencia en la cada vez más violenta sociedad actual.
Por lo tanto, es importantísimo potenciar la función reflexiva en los niños y crear unas condiciones de crianza en las que puedan sentirse sentidos. Sólo así aprenderán a sentir a otros y, por lo tanto, serán empáticos.
Esto es deficitario en muchas familias y explica, como afirma Siegel, el por qué nuestra sociedad es cada vez más individualista, fría y violenta.