lunes, 24 de noviembre de 2008

Así me ayudó mi madre adoptiva

Una joven seguidora del blog (les doy mi más sincera enhorabuena, a la madre y a la hija, y les agradezco que compartan su experiencia con todos nosotros) me envía esta excelente vivencia que nos enseña y nos da las claves, sobre todo a los padres adoptivos, de cómo podemos acompañar a nuestros hijos en su dificil recorrido vital. Es un relato emotivo, lleno de sugerencias prácticas, que rezuma inteligencia y que nos da las pistas sobre cómo educar y cuál es el papel de los padres en esa educación. Con la garantía de una joven cuya experiencia ha merecido mucho la pena (desea conservar el anonimato), visto por ella. Os transcribo lo que me envía, pues no tiene desperdicio y nos puede ser de inestimable ayuda:

Así me ayudó mi madre adoptiva

Lo primero que señalaría es que me enseñaba sin castigo físico. “¿Me vas a pegar?” – le preguntaba cuando hacía algo mal. Y me respondía: “Jamás te pondré la mano encima” Incluso cuando era joven e inconsciente, tampoco lo hizo. Si de joven llegaba tarde por la noche, fuera de la hora convenida, me decía: “Vete a la cama, mañana hablamos” Eso lo hacía para que yo me quedara reflexionando sobre lo que había hecho. Al día siguiente me contaba lo preocupada que había estado por la noche con mi ausencia. Si reincidía, me prohibía salir por la noche dos fines de semana. Entonces, yo ya sabía que había hecho algo mal y aceptaba el castigo.

A veces me reñía, si hacía algo mal, y me enviaba a mi cuarto a reflexionar. De pequeña nunca me puso un castigo. Me decía que le pidiera perdón. Cuando estábamos enfadadas, me pedía que le diera un beso. ¡Eso me daba una rabia! Pero con el tiempo comprendí que con ello me enseñaba que estar enfadadas no tenía porqué cuestionar el vínculo y el afecto. El enfado era por mis comportamientos, no por mí. “Nada va a cambiar que yo te quiera” – decía frecuentemente. Y aquello a mí me reconfortaba por dentro porque había venido de un lugar donde recibí malos tratos.

Una pregunta que quema los labios de todo hijo adoptivo es la que yo le formulaba a mi madre con mucha insistencia desde los 13 años: “¿Por qué me has sacado de mi país?” “¡Me has quitado de mis raíces!” Se lo decía con mucha rabia, y a pesar de todo, ella no me recriminaba. Al contrario, toleraba mis emociones; decía que sentía que yo me sintiera así de mal. Y es que durante años estuve preguntándole cuándo nos íbamos a mi país. Siempre mantenía la calma, nunca se sulfuraba. Y es que yo quería volver a mi país, era mi mundo. Es como si arrancas la planta pero dejas la raíz allí… Fueron años duros, pero mi madre aguantó y estuvo ahí.

No pudimos ir a mi país tan rápido como yo hubiera querido por distintos asuntos. Cuando finalmente fui (mi madre también accedió a esto, creo que cuando me vio más fuerte para ello), me decepcionó mucho. Un mundo muy artificial. Me sentí fuera de lugar. No sentí el cobijo que yo pensé que sentiría. La verdad es que lo que sentía era curiosidad por mis orígenes, algo muy normal, creo. Y se pudo dar el caso de conocer algunos de mis familiares, pero creo que ni ellos ni yo estábamos realmente preparados para un encuentro. Hubiera sido negativo para ambas partes. Yo me habría derrumbado al ver tanto sufrimiento. Porque soy capaz de empatizar. No iba, además, poder ayudarles en nada. ¡Con 19 años y sin trabajo! Pero aquella experiencia y el que mi madre me ayudara a elaborarla, me ayudó mucho a comprender la adopción y lo feliz que era con mi madre.

Otro aspecto que destacaría de mi madre adoptiva es la tolerancia que tuvo y tiene. Hay muchos padres adoptivos que se enfadarían sólo por el mero hecho de mentar mi pasado. Mi madre escuchaba que yo quería irme. Y a pesar de que le doliera tanto oír que yo no me vinculaba a ella y a lugar, ¡era capaz de escuchar y entender mis frustraciones y mis sentimientos! Yo podía contar con mi madre, ella estaba a mi lado… ¡Mi madre me ha aguantado tanto! Otros padres hubieran dicho: “¡¡Pero quieres callarte ya con tu pasado!!” Mi madre no, mi madre me apoyaba.

Como veis, hay otra cualidad que se deduce de lo último que estoy contando: la paciencia. Mi madre la tenía, y mucha. Yo pienso que no hay amor si no hay paciencia. Comprendía, por ejemplo en la adolescencia, que es una etapa en la que más acusas la crisis de identidad, que estaba en un mal momento, me entendía en el aspecto de calmarme, estar ahí para que no sufriera… Recuerdo, en la adolescencia, un periodo difícil en el cual me rebelaba a través de la negativa a comer (me obsesioné con la comida, aunque sin llegar a un trastorno), no me invadía con su rabia y emociones negativas (que las tendría) sino que sabía comprenderme y me planteaba que comiera sólo un poquito. Y cuando me sentía infeliz, inútil o triste hacía lo mismo: estar a mi lado. Siempre. Y eso que en ocasiones me salía decirle frases como: “¡Tú no eres mi madre!”, cuando me enfadaba con ella. Pero nunca se la dije. Me callaba porque sabía que una persona que me daba tanto no me podía hacer daño, por lo que yo no podía dañarle a mi vez. Creo que empatizaba con ella. Probablemente porque ella empatizó primero conmigo.

También destacaría cómo me enseñó para la vida, con mucho diálogo y hablándome con toda sinceridad, sin tabúes, de todos los temas: sexo, drogas… Podía hablar con ella de todo. Creo que no caí en nada negativo precisamente porque me enseñaba y hablábamos de ello. Aprendí a decir “no” y a ser diferente del grupo cuando lo necesitaba. Utilizaba un material pedagógico que explicaba distintos aspectos educativos de la vida de un joven (también hablaba de las agresiones sexuales y como yo sufrí una de niña, mi madre usó un recurso indirecto que me ayudó a enfrentar y elaborar esa dura vivencia, que hoy día tengo superada) y, gracias al material y al diálogo que salía, fui comprendiendo y aprendiendo muchas cosas de la vida, y preparándome para ellas, claro.

En conclusión, mi madre adoptiva ganó mi confianza y ha podido llegar a ser mi madre. No puedo poner ninguna diferencia entre si es biológica o adoptiva. Hicimos vínculo de madre-hija, como sé que les pasa también a las biológicas.

Gracias a mi madre yo he aprendido a ser madre
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sábado, 22 de noviembre de 2008

Charla-coloquio en el Colegio Marianistas de San Sebastián sobre el duelo en el desarrollo evolutivo de los niños

Por segundo año consecutivo, los padres y madres de familia del Colegio de los Marianistas de Donostia, tuvieron a bien invitarme a impartir una charla, para posteriormente mantener un debate conjunto.

Este año la charla se centro en el tema del duelo en los niños. Se abordaron los siguientes puntos: qué es el duelo, cómo se manifiesta en los niños, cuándo podemos hablar de duelo complicado y qué ocurre cuándo hay ausencia de manifestaciones. Al mismo tiempo, se dieron pautas sobre cómo acompañar a los niños en distintas situaciones de duelo a lo largo del ciclo vital a las cuales pueden estar expuestos: la muerte de seres queridos, la separación de los padres y los niños que experimentan múltiples pérdidas.

Se inicio la charla subrayando que el duelo es una experiencia normal ante una pérdida, que precisamos expresar el dolor y elaborar la pérdida. Aunque hay personas que no precisan esa liberación y por ello no son raras ni nada parecido. Hay tantas reacciones al duelo como personas.

Se expuso cómo los niños responden ante una pérdida: con ira, con culpa, con alteraciones del comportamiento y manifestando regresiones (conductas de etapas anteriores a las cuales regresan, transitoriamente, como chuparse el dedo u orinarse en la cama) Hay niños que van a exteriorizar las reacciones y otros que van a dar una respuesta interiorizada.

Se puso el acento en lo que la corriente de la psicología positiva preconiza: la ausencia de manifestaciones y el mantenerse equilibrado ante un evento potencialmente traumático no implica nada negativo, sino que puede sugerir todo lo contrario: que la persona es resiliente (concepto que significa la capacidad de resisitir con equilibrio los impactos duros de la vida) y capaz de mantenerse estable pese al impacto. Y que algunas personas pueden, incluso, beneficiarse de la experiencia y aprender de ella. Ahora bien, cuando se trata de niños, es casi matemático que adultos resilientes, niños resilientes.

El debate fue animado, con numerosas intervenciones, de altura, donde los presentes pudieron exponer sus dudas, inquietudes, experiencias… y compartirlas. Un tema difícil de verbalizar al que hay que perderle el miedo y enfrentarlo, pues tarde o temprano todos viviremos experiencias de duelo. Y hay que preparar a los niños para ello.

Agradezco a toda la comunidad escolar de los Marianistas la invitación, la excelente acogida dispensada y el alto grado de participación
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domingo, 16 de noviembre de 2008

Conferencia a las Familias Acogedoras de Gipuzkoa en su Noveno Encuentro, organizado por la Diputación Foral de Gipuzkoa

Ayer tuve el honor de compartir una jornada de trabajo y convivencia con las familias acogedoras de Gipuzkoa, en el Palacio de Miramar de Donostia.

Organizada por la Diputación Foral de Gipuzkoa, con la colaboración de la Asociación BEROA (Asociación de familias acogedoras de Gipuzkoa) y el Centro Lauka (Equipo psicológico especializado en el apoyo al acogimiento familiar), me pidieron impartir la conferencia marco sobre la cual pivotaría el resto de la jornada de trabajo: “El conflicto de lealtades en el acogimiento familiar. La perspectiva del niño y del adolescente”


La inauguración de la jornada fue presentada por el Director del Departamento de Política Social de la Diputación Foral de Gipuzkoa, José Ignacio Insausti. Después intervino, dentro de la inauguración, la presidenta de la Asociación BEROA.

Posterior a la charla-marco, se organizaron tres grupos de trabajo de familias, divididos en función de la edad que tuviesen los menores acogidos, donde tenían que trabajar en base a unas preguntas orientadoras. Posteriormente, se realizó una puesta en común al gran grupo. Tras ello, se celebró una comida de cierre de la jornada. A todo esto, los niños también disfrutaron de un día de convivencia, pues estuvieron realizando distintas actividades lúdicas.

Me impresionó y emocionó la entrega de los acogedores, su dedicación a los niños a quienes han integrado en sus familias, gracias a los cuales pueden recibir la educación y la experiencia vincular que necesitan para poder interiorizar el fundamento seguro del que carecieron por las experiencias adversas que sufrieron en forma de malos tratos, abandono, abuso o negligencia. “El mundo funciona gracias al trabajo callado de gente buena”- suele decir un amigo mío. Y se puede aplicar con total rotundidad en este caso.

Asistieron 125 acogedores que tienen a su cargo (cuidando, dando afecto, cariño, normas, valores, actitudes…) a 202 menores. Una madre expresó en uno de los grupos una frase que concentra el sentir se estas familias: “Para mí es lo más positivo que me ha pasado en la vida, poder asistir a la felicidad de la niña que tengo acogida”

Gracias a todos, y en particular a la Unidad de Acogimiento Familiar y Adopción de la Diputación Foral de Gipuzkoa, quien me propuso acudir, por invitarme a la ya novena jornada. Felicidades por la labor que hacéis y continuad adelante, espero poder haber aportado algo positivo a vuestro camino con los niños. El camino es duro y dificil, sí, pero a la par muy gratificante, pues un ser humano en desarrollo puede ser rescatado y recibir lo que merece para que el día de mañana pueda estar en disposición de integrarse en sociedad.

viernes, 7 de noviembre de 2008

"Ultimas sesiones con Marilyn"

Hace unos meses la editorial Alfaguara publicó un apasionante libro: "Últimas sesiones con Marilyn", del autor Michel Schneider. La editorial hace la siguiente reseña del libro:

“Últimas sesiones con Marilyn rompe metafóricamente la confidencialidad entre doctor y paciente para fabular acerca de cómo se desarrollaron los treinta
meses (entre enero de 1960 y agosto de 1962) en que Greenson se convirtió en confidente de las mayores intimidades de la actriz, luchando por convertirse en tabla de salvación de una criatura desesperada y rota. El objetivo último de la obra, que se sostiene en una amplia documentación sobre los años postreros de la leyenda de Hollywood (si bien necesita entrar por fuerza en el ámbito de la conjetura y la recreación literaria), es componer un retrato de la Marilyn Monroe atormentada y en un agujero negro en la recta final de su existencia, que revele aquellas facetas de su auténtica personalidad con las que está menos familiarizado el gran público. De esta manera, asoma una mujer extremadamente sensible y aguda pero, en última instancia, irreversiblemente perdida, una criatura herida, desequilibrada y necesitada imperiosamente de afecto, prisionera de una imagen pública (esa rubia tonta que despierta los más bajos instintos) que no se corresponde en absoluto con su verdadero ser”

Acabo de terminar el libro y confieso que me ha cautivado desde el principio. Hay muchas cosas que podrían destacarse. Comentaré sólo algunas, dejando otras cuestiones que os llamen la atención para vosotros. La primera: El psicoterapeuta de Marilyn, Ralph Greenson, a pesar de que conocía perfectamente las reglas de la deontología profesional, no pudo evitar dejarse atrapar por los sentimientos que la actriz despertó en él. Rompió las normas fundamentales de la práctica clínica y permitía a Marilyn formar parte de su vida, incorporándola a la convivencia con su familia, situándose en un rol de padre que quería salvar a la actriz pero que terminó con el naufragio de ambos: Ella probablemente se suicidó y el doctor quedó destrozado por ello. El psicoanálisis de Greenson (si es que se le puede llamar psicoanálisis a lo que él practicó con Marilyn) no le ayudó. La misma Marilyn quería dejarlo antes de morir y el propio doctor ya no sabía qué hacer con un caso que se le había ido de las manos.

La segunda: Yo lo denominaría una crítica del psicoanalista a su propia praxis, imposible de aplicar a todos los sujetos, y aún menos a los que presentan patología, como la famosa actriz. Greenson admitía que no era una paciente analizable y que lo que precisaba es una experiencia que pudiera compensar el grave abandono y abuso sufrido en su infancia. Por eso la integraba en su familia. Lo que este psicoanalista no sabía, o no percibía, era que ningún psicoterapeuta puede compensar tan graves carencias. Marilyn presentaba un trastorno del vínculo de apego a causa del abandono y los abusos sufridos en su infancia (con el terrible sufrimiento que ello conlleva para todo ser humano, y más si es niño), el cual le generó graves alteraciones de personalidad en su vida adulta.

La tercera, que impresiona, es que el lector asiste a la aniquilación de una persona que presenta un trastorno de la personalidad, que sufre muchísimo, con una tendencia autodestructiva, que se escondía en el personaje de Marilyn Monroe pero que, en verdad, no tenía nada que ver con él. Norma Jean, que era su auténtico nombre, tenía, entre otras alteraciones, una difusión de su identidad provocada por las adversas experiencias vividas en la infancia. Marilyn estaba muy dañada y no pudo encontrar ni en ella misma ni en quienes la rodeaban los recursos necesarios para desarrollar la resiliencia o resistencia a los traumas.

Recomiendo su lectura, y espero vuestros comentarios. Por cierto, que ayer emitieron en Canal+ un documental que recrea en imágenes el libro. Parece que lo van a repetir.

jueves, 6 de noviembre de 2008

La ansiedad (II y final)

Cuando la ansiedad se hace muy intensa y frecuente es cuando ya podemos estar lindando con el trastorno.

Entre los expertos, no hay dudas acerca de cuáles son los tratamientos psicológicos más eficaces para los trastornos de ansiedad: la psicoterapia cognitivo-conductual.

La denominación viene porque la persona trabaja en terapia con lo cognitivo (todo lo referido a los pensamientos e imágenes mentales) y con las conductas (motoras: lo que decimos y hacemos; fisiológico-emocionales: lo que sentimos)

La psicoterapia cognitivo-conductual se basa en la teoría del aprendizaje: la ansiedad, al margen de predisposiciones individuales, es una respuesta del organismo que puede aprenderse. La respuesta de ansiedad se origina porque la asociamos con un estímulo inicialmente neutro y éste adquiere las propiedades para generar esa ansiedad (se llama condicionamiento clásico). Por ejemplo, experimento un ataque de ansiedad en un parking y asocio el lugar con el mismo.

Una vez aprendida, la ansiedad se mantiene por lo que en psicología del aprendizaje se llama refuerzo negativo: evitamos los estímulos (lugares, personas, objetos, pensamientos, recuerdos…) asociados a la ansiedad porque con ello evitamos la aparición de la misma. La conducta está controlada por las consecuencias, es el principio fundamental en terapia de conducta.

Lo malo es que cuanto más se evita, con más fuerza se instala el trastorno y más deterioro e interferencia causa en la vida del paciente. Así, quien padece agorafobia (miedo a los lugares públicos) organiza su vida evitando determinados lugares que podrían elicitar una respuesta de ansiedad intensa. En el trastorno llamado fobia social, el temor radica en sentirse evaluado negativamente por los demás, por lo que se pueden evitar varias o concretas situaciones de interacción social. En el trastorno obsesivo-compulsivo, lo que se trata de apartar son pensamientos que generan ansiedad. En la ansiedad generalizada, el núcleo del problema radica en las preocupaciones y el estado intenso de activación ante las mismas. En el estrés postraumático, son imágenes o recuerdos asociados a un hecho traumático lo que se intenta evitar.

No obstante, también se puede aprender la ansiedad por procesos sociales: la imitación es una de las maneras a través de la cual aprendemos. Los modelos ansiosos pueden ser copiados por los niños por procesos de identificación con los progenitores, por ejemplo. O porque es el modelo principal al que hemos estado expuestos.

La cognición (cómo la persona interpreta el mundo que le rodea, a sí mismo y a los demás) es otra fuente de aprendizaje. A lo largo de la vida vamos desarrollando creencias disfuncionales (adquiridas en la familia, los amigos o la escolaridad) que pueden causar perturbaciones emocionales como la ansiedad. Creer radicalmente en la perfección, en que no se deben cometer errores, o interiorizar hasta el extremo que la gente me tiene que aprobar o aceptar, o creer a ciegas que tengo que depender de los demás, así como otras creencias radicales, pueden ser fuente de trastornos emocionales como la ansiedad o la depresión.

En la terapia cognitivo-conductual, después de crear una relación y alianza de trabajo aceptando en lo fundamental a la persona, se trabaja con el paciente para que aprenda conductas de afrontamiento eficaces para manejar la ansiedad (como exponerse gradualmente a lo temido, o enfrentarlo mediante técnicas de relajación, por ejemplo) y que trate de modificar las creencias disfuncionales sustituyéndolas por otras más eficaces. Uno de los aspectos en los que se pone mucho el acento es en una educación previa sobre la ansiedad. Esta es muy desagradable y no deseable, pero no hay que adoptar una visión catastrofista aumentando la misma con pensamientos negativos. La modificación de los pensamientos negativos en torno a las sensaciones fisiológicas relacionadas con la ansiedad es una parte del tratamiento, pues el sujeto aprende a vivirla con menos temor y se pierde el miedo al miedo.


La psicoterapia cognitivo-conductual es eficaz y ha demostrado serlo en muchos estudios científicos más que la terapia farmacológica (medicinas) Desde luego, es la psicoterapia de primera elección para estos trastornos, por encima de otras modalidades terapéuticas.

La psicoterapia actual, al menos en la escuela cognitivo-conductual, concibe al paciente como cliente, activo y participativo, como alguien que puede aprender nuevas formas de afrontar sus problemas. Es un enfoque positivo, que no pierde base humana ni calidez, pero fundamentado en técnicas contrastadas científicamente. Nosotros, además, le damos tanta importancia o más que a las técnicas a la relación terapéutica, pues la técnica creemos que funciona cuando el sujeto ha realizado un proceso de vinculación positiva con su psicólogo.