La ansiedad es una respuesta del organismo ante un estímulo externo o interno. Es una emoción necesaria porque prepara y activa al organismo para enfrentar una situación, problema, conflicto, desafío…
Así pues, cuando, por ejemplo, nos enfrentamos a un examen, nos activamos internamente y esa respuesta generalizada nos permite afrontar el mismo. Las personas tenemos un triple sistema de respuesta: cognitiva (imágenes o pensamientos; en el ejemplo que nos ocupa, pensar: “¡venga, a por el examen, que has estudiado mucho!”); fisiológica-emocional (en el ejemplo, sentir mariposas en el estómago, algo de nerviosismo, tensión interna) y motora (hacer movimientos rítmicos con la mano cuando esperamos que nos entreguen el examen)
Así pues, cuando, por ejemplo, nos enfrentamos a un examen, nos activamos internamente y esa respuesta generalizada nos permite afrontar el mismo. Las personas tenemos un triple sistema de respuesta: cognitiva (imágenes o pensamientos; en el ejemplo que nos ocupa, pensar: “¡venga, a por el examen, que has estudiado mucho!”); fisiológica-emocional (en el ejemplo, sentir mariposas en el estómago, algo de nerviosismo, tensión interna) y motora (hacer movimientos rítmicos con la mano cuando esperamos que nos entreguen el examen)
La ansiedad también se activa cuando percibimos una amenaza. El sistema de alerta del individuo se pone en funcionamiento para hacer frente a la misma, con una serie de reacciones que ponemos en marcha para afrontarla. Hemos heredado de nuestros antepasados la capacidad de responder rápidamente ante los peligros, reales o percibidos, pues de este modo garantizábamos nuestra supervivencia (fue muy importante para luchar, por ejemplo, contra depredadores) Por eso lo hemos heredado (herencia de la especie), por su valor adaptativo. Miedo y ansiedad se diferencian en que, en el miedo, la amenaza es clara e inmediata (por ejemplo, veo un perro que me va a morder) Entonces se activa esa respuesta heredada que nos prepara para la lucha o la huida. En la ansiedad, la amenaza es más difusa e improbable, no es tan segura que vaya a ocurrir, pero la podemos temer (por ejemplo, miedo a arruinarse, a cruzar las calles...)
Nuestro sistema de respuesta emocional es muy antiguo y nuestro mundo moderno es muy complejo.
Como casi todo en la vida, un nivel moderado de ansiedad predispone a la persona para un rendimiento óptimo. Pero un nivel excesivo de ansiedad, una respuesta muy intensa, se vuelve interfiriente y, por lo tanto, perturbadora. Ya no nos permite afrontar la tarea. La vivimos como negativa y lo que buscamos es el escape o la evitación. La relación entre ansiedad y rendimiento o desempeño es la de una U invertida: llega un momento en que si la ansiedad es muy intensa y prolongada, el afrontamiento es deficiente.
Por lo tanto, la línea que separa la ansiedad normal de la patológica no es una cuestión de categoría sino de grado. Cuanto más intensa y frecuente es la ansiedad, más cerca nos encontramos de un trastorno de ansiedad.
Por lo tanto, la línea que separa la ansiedad normal de la patológica no es una cuestión de categoría sino de grado. Cuanto más intensa y frecuente es la ansiedad, más cerca nos encontramos de un trastorno de ansiedad.