Una joven lectora me pedía que escribiese sobre las dificultades que tienen los jóvenes para elegir su futuro profesional adecuadamente. Además se quejaba, y con razón, de que las sesiones que dedican a la orientación profesional son escasas y se reducen en muchos casos a visitar centros de estudio futuros (por ejemplo, facultades en jornadas de puertas abiertas) o a alguna entrevista con el tutor para tratar el tema de la elección de estudios.
Quizá se debería dedicar más tiempo al alumno, en entrevistas personalizadas de orientación, en las cuales se trate no sólo el aspecto de las habilidades cognitivas y destrezas que presenta el joven, sino también un trabajo de autoconocimiento de los aspectos personales, de las variables de personalidad.
Creo que en este sentido juegan un papel fundamental los psicólogos como asesores de los tutores e, incluso, de colaboradores en las sesiones de orientación. Pero su presencia dista mucho de ser generalizada, y no todos los centros disponen de este recurso, para mí imprescindible.
Porque no sólo es necesario transmitir a un alumno, por ejemplo, que es bueno en el área científico-técnica y que su orientación es un bachiller tecnológico y, posteriormente una licenciatura o grado en matemáticas, física, informática… Es crucial ayudar al joven a conocerse a sí mismo en los aspectos de su personalidad: ¿Introvertido o extrovertido? ¿Con conciencia, esto es, alto grado de responsabilidad o menos ordenado y caótico? ¿Con rasgos de apertura, abierto a la novedad, o más bien conservador? ¿Tendencia a la inestabilidad emocional, cómo son sus habilidades emocionales? Toda esta información sería una contribución inestimable para ayudar a una persona a elegir su futuro en función de sus rasgos de personalidad. No para cerrar puertas a nadie, pero sí para ser conscientes de en qué ámbito una persona puede desplegar más fácilmente sus talentos. Y es que no olvidemos que las empresas eligen ya a sus empleados en función no sólo de su expediente académico sino de sus habilidades personales, sabiendo que determinados perfiles de personalidad encajan mejor en unos puestos que en otros. Conocerse a una edad en la que la personalidad está ya marcada por unos rasgos, el final de la adolescencia, los 18 años, puede ser una ocasión excelente para ser bien orientado.
Una persona me contó que eligió la licenciatura en derecho pero no ejerce la profesión de abogado (se dedica a otro trabajo) porque dice que sus rasgos personales no están en sintonía con lo que se requiere para ese trabajo. Que hubiera estudiado para otra cosa. La verdad es que no fue bien orientado en su momento seguramente por mirar sólo sus habilidades intelectuales y su nivel curricular, obviando sus rasgos de personalidad.
Quizá se debería dedicar más tiempo al alumno, en entrevistas personalizadas de orientación, en las cuales se trate no sólo el aspecto de las habilidades cognitivas y destrezas que presenta el joven, sino también un trabajo de autoconocimiento de los aspectos personales, de las variables de personalidad.
Creo que en este sentido juegan un papel fundamental los psicólogos como asesores de los tutores e, incluso, de colaboradores en las sesiones de orientación. Pero su presencia dista mucho de ser generalizada, y no todos los centros disponen de este recurso, para mí imprescindible.
Porque no sólo es necesario transmitir a un alumno, por ejemplo, que es bueno en el área científico-técnica y que su orientación es un bachiller tecnológico y, posteriormente una licenciatura o grado en matemáticas, física, informática… Es crucial ayudar al joven a conocerse a sí mismo en los aspectos de su personalidad: ¿Introvertido o extrovertido? ¿Con conciencia, esto es, alto grado de responsabilidad o menos ordenado y caótico? ¿Con rasgos de apertura, abierto a la novedad, o más bien conservador? ¿Tendencia a la inestabilidad emocional, cómo son sus habilidades emocionales? Toda esta información sería una contribución inestimable para ayudar a una persona a elegir su futuro en función de sus rasgos de personalidad. No para cerrar puertas a nadie, pero sí para ser conscientes de en qué ámbito una persona puede desplegar más fácilmente sus talentos. Y es que no olvidemos que las empresas eligen ya a sus empleados en función no sólo de su expediente académico sino de sus habilidades personales, sabiendo que determinados perfiles de personalidad encajan mejor en unos puestos que en otros. Conocerse a una edad en la que la personalidad está ya marcada por unos rasgos, el final de la adolescencia, los 18 años, puede ser una ocasión excelente para ser bien orientado.
Una persona me contó que eligió la licenciatura en derecho pero no ejerce la profesión de abogado (se dedica a otro trabajo) porque dice que sus rasgos personales no están en sintonía con lo que se requiere para ese trabajo. Que hubiera estudiado para otra cosa. La verdad es que no fue bien orientado en su momento seguramente por mirar sólo sus habilidades intelectuales y su nivel curricular, obviando sus rasgos de personalidad.
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